Cualquiera III

M me recriminó porque al preguntarme qué había almorzado, yo le conteste "un Mango". Empezó con su discurso de que estaba preocupada por mi alimentación. Pero me desperté tarde de una siesta innecesaria y no quería bajar a lo de R a comprar unas verduras. También, porque el Melón tiene el carozo más grande que yo he visto en una fruta. Disfrutó comerlo con las manos y dejarlo blanco como si estuviera comiendo una costillita de cerdo. Pero nada que ver. 
Después, al atardecer, me agarró culpa y baje por unas verduras. Otra vez, al terminar una siesta innecesaria, ya entrada la noche cerrada, sin saber si salió la luna, me dedique a lavar, cortar, cocinar y condimentar. Por primera vez, luego de 120 días aproximados, estrené la mesa. Me senté sin temor a mirar al frente y no encontrar ojos en donde descansar mi mirada. Tal vez, es hora de agradecer la semana que pase con L. Tal vez, no coma más en la mesa en soledad. Tal vez, prefiero sentarme en el piso junto a la mesa ratona. Tal vez, me acostumbre al blanco de la pared de la cocina. No creo que me de placer sentarme en el sillón y prender la Tv. Comer así, es no estar consciente de lo que se ingiere.


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