El que espera, no desespera. O como dar la vuelta a la tortilla.

Porque claramente paso eso. Antes J me esperaba a que yo llegue del laburo. Ahora, ocurre lo contrario. Yo espero a J. Y todavía ando buscando el modo exacto de la espera sin esperar. En un rato, voy a ir al chino a comprar vino y crema de leche. Cuando llegue, abrimos el vino. Le digo que tengo unos canelones descongelandose en la bacha. Y que, también, tengo una salsa de tomate que me dio mi vieja. Tal vez venga poco famélica. El vino nunca está de más. Y charlar con J es todo lo que espero.
Hoy puse con M un estante flotante. Me costó un poco porque no entendia las dimensiones de la profundidad del agujero. Es la primera vez que uso la agujereadora. Necesitaba otro ojos para que me digan que estaba bien lo que estaba haciendo. Sin otros ojos, yo no hago nada. O si, pero espero a los ojos para escuchar sus opiniones Así que todo lo que hago cuando no está J se completan con los ojos de J, con los oidos de J, con todo su cuerpo. 

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