Comida para llevar: tercer ojo.

La primera vez, después de casi dos años, que llame a un delivery para la cena estando solo. Fue después de un anti-domingo con L en el que hablamos del deseo. Porque me había confesado que quería comer un sándwich de jamón y queso. Y yo le había contado que no había almorzado y que si me ponían enfrente una hamburguesa de carne completa, con huevos fritos y papas. No duraría en atacarla.
Entonces, vuelvo al lugar donde deje mi ropa planchada y doblada. En un momento, pensé que no comer carne me abriría un nuevo modo de vivir. Y si en parte, el primer envión fue sorprendente. Ya no es suficiente. Y la lucha es contra el queso. Porque mi vegetarianismo es tan cómodo como mi vida sin decisiones.
Ahora tardo en escribir en el vórtice, porque le confesé a T lo que siente sin verme, sin tenerme cerca. Una conexión que va más allá de la vida terrestre. Y de nuevo vuelvo al lugar donde deje mi ropa plancha para buscar la remera que me hace sonreír. La zapatillas con agujeros que me hacen recordar a sueños adolescentes.  
No creo que vuelva a pedir comida. Tengo manos, tengo cocina, tengo habilidad, tengo ingenio y tengo un vaso lleno de conformismo barato, listo para ser tomado. Mientras  tanto, uno busca un líder que le marque el camino entre tanta neblina: Gary Yourofsky

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