Odio los planes. Los mapas del tesoro. Las búsquedas obsesivas. El final de la partidas. El último tema de un cd. El vapor del agua caliente. El olor a humedad. La rutina. El acostumbrarse a dejar todo listo para el día siguiente. El saber que al despertar ya tenes que marchar. Aunque despiertes más temprano, no queda margen. Madrugar, extraño hábito, tiene sus problemas. Madrugar, en serio, sin mentiras de horario, sin ganas, sin especulaciones. Despertarse y levantarse se hacen uno, carne en mí. Desvastarse es lo que hago. Y todo rápido, pensando que no se pase el chófer hincha de la academia. Que sino llego tarde, tarde a dónde no sé. Mantengo la mente atenta. La mañana no te da revancha. No me atrevo a dejarlo para mañana a la mañana. Mejor ni lo hago. Ni me esfuerzo, ni me atrevo, ni existo. Falacia lector, lo sé. Te invito a madrugar sin tener planes, olvidandotelos en el cajón de la medias.
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