Jorge renunció a su trabajo. Nunca explicó qué hacía, ni dónde laburaba. Supongo que habrá sido en un call center en el que sólo tenía dos minutos para ir al baño y veinte para comer. Creo que es lo más alto que puede aspirar. Sea como sea, fue un año raro, casi no nos vimos. Desapareció del barrio. No es difícil saber por qué. Se compró una computadora de escritorio. Me imagino que tiene varias novias "cibernéticas" y que a la noche se mata a "pa...".
Ayer me llamó, me dijo que se iba a la costa. Tenía la misma voz de teniente general, grave y fuerte. Había conocido a una chica. No estaba enamorado, pero quería jugar sus cartas. Le contestá con indiferencia. Ya habían pasado los cinco minutos de fama con Jorge. Pero él seguía hablando. Hace cuánto que no se lo escuchaba así. Termino la conversación con los típicos saludos a la familia.
Más tarde, ya en soledad, miró mi casilla de mails y encuentro un mail de Jorge:
"Salimos mañana a las 10 de la mañana. Te paso a buscar por tu casa. Armate el bolso". Era claro y sencillo. Otra vez. Esa noche no dormí, en una mochila puse un par de libros para llenarla y me fui cuando toco el timbre. Jorge vestía camisa blanca de seda, un desgastado pantalón deportivo de los ´90 y unas alpargatas verdes. En la cuadra no veía ningún auto. Le pregunté a Jorge y me contestó: "vamos en el tuyo".
Ayer me llamó, me dijo que se iba a la costa. Tenía la misma voz de teniente general, grave y fuerte. Había conocido a una chica. No estaba enamorado, pero quería jugar sus cartas. Le contestá con indiferencia. Ya habían pasado los cinco minutos de fama con Jorge. Pero él seguía hablando. Hace cuánto que no se lo escuchaba así. Termino la conversación con los típicos saludos a la familia.
Más tarde, ya en soledad, miró mi casilla de mails y encuentro un mail de Jorge:
"Salimos mañana a las 10 de la mañana. Te paso a buscar por tu casa. Armate el bolso". Era claro y sencillo. Otra vez. Esa noche no dormí, en una mochila puse un par de libros para llenarla y me fui cuando toco el timbre. Jorge vestía camisa blanca de seda, un desgastado pantalón deportivo de los ´90 y unas alpargatas verdes. En la cuadra no veía ningún auto. Le pregunté a Jorge y me contestó: "vamos en el tuyo".
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