Ayer mientras volviamos

en el avión pense en escribir. Después, fue tarde. Siempre es tarde. Nunca encuentro la hora adecuada. El viaje me da ganas de escribir. El día a día no. En algun momento del recorrdio de mi vida, mi mente se secó. Desea y proscastina. También se deprime. Porque en el viaje tenia severas ganas de tener un cuarderno. De alejarme y escribir. Motivado por las lecturas matinales. Así como me obligo a leer, no lo hago a la hora de volcar mis pensamientos. Es paja. La mala paja. Esa que nos da verguenza contar. Porque las buenas pajas se narran con orgullo, risas, amiges y cerveza.
Ya paso un día. Ayer a la mañana estaba lejos de casa. Hoy volvió mi yo porteño, aburguesado, aburrido y medio asqueroso. Un poco antipatico. Pensaba en las nuevas energias pero ya me duele la espalda. Ya regrese a las siestas.  Ya todo es un poco igual que antes de viajar. Así que estas palabras son las de un derrotado que no sabes si seguir perdiendo o dejar de intentarlo.

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