No decir nada hasta que el trabajo esté hecho. Esto no es una regla, chico. Es un mantra que debes decir. Es tu código. Tu clave para llegar allí en donde descansan los tranquilos. Así que un buen inicio es empezar. De a poco, siempre. Pero consciente de todo. Escucha tu interior y percibe el exterior. Esto no es una carrera pero sí un desafío.
Una buena manera de ver si estás a la talla es hacer una lista de lo que más te gusta. Trazar unas coordenadas de ansiedades y culpas. Para luego, no tener que repetirlas. Como por ejemplo, dejar de limpiar el piso con las manos. En parte te gusta, me gusta. Tirar las bolas de pelos y mugre por la ventana. Aunque ocurre una premisa que J me dijo, sin atenuantes, no hagas nada que te de vergüenza. Y sin embargo, llegó a casa después del trabajo, y como desaforado lo que encuentro. Y si como en la cama, mejor. Me repito todo el tiempo. J también.
Será que caímos en el mismo vórtice. La única forma de escapar es dejando el pan.
Sí. Este texto se transformará todas las veces que sea necesario. No tendrá la continuidad lógica que acostumbra al lector. De hecho, tal vez, no soporte las relecturas y las correcciones permanentes. Definitivamente, escriba siempre de lo mismo. Porque todavía estoy cayendo.
“Hace del barrio tu barrio
aunque sea por un día”.
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