Día 1

Son pasadas las diez de la noche. Tengo hambre. Fui a la heladera, encontré rúcula y zanahoria rallada. Nada más. Por la tarde, había bajado a comprar pan para tostadas. Voy a calentar agua para seguir tomando mate. Me mantiene despierto.
Me fije la dirección de P. Queda al otro lado de la ciudad. No creo llegar, si es que todavía sigo pensando en algún patrimonio intangible. Rechazo tontamente la construcción de identidad nacional. Sólo por celos de no haber consolidado una identidad subjetiva a esta edad.  
Pasó G y me dijo que M le había exprimido el cerebro con dos horas de juego con las barajas. Yo le dije que  también no daba más. Tres días seguidos de cuidado intensivo no son sanos para la salud. Había sentido un vacío estando allá, como si el tiempo no pasara repitiéndose los día y las horas. A las siete, hora de jugar al truco.  M se siente encarcelado. La soledad tiene barrotes, la espera tiene barrotes, la vejez tiene barrotes. 

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