Desperté ayer con la incertidumbre de conocer con el final de la novela de  Burroughs. Grandes clásicos de la literatura infantil que marcaron una época y un estilo de vida. He aquí una digresión oportuna. No confió en la etiqueta estilo, tal vez modo. Algún pseudo-teórico dará el concepto adecuado. Estaba yo entonces figurándome si es que había vuelto a la urbe o no. Y me vino a mí ese recuerdo latente después de ver la escena en que Sam, la princesa de Mononoke, le dice al asombroso joven Ashitaka: "te amo, pero no puedo perdonar a lo humanos". Y el protagonista, lejos de sentirse rechazado, le contesta algo como que no se preocupe, que el vivirá cerca, en un villa minera y que la va a ir a ver de vez en cuando. La narración de Miyazaki no es una historia de amor. Por el contrario, confió ciegamente que toda historia tiene bases profundas en el amor. 

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