Los triunfos se festejan como campeonatos. Fue un sábado por demás extraño al descubrirle humanidad a los colectiveros. Era de madrugada, ni cuenta me di que no tenía saldo la tarjeta. Ni por asomo guardaba alguna moneda. Me dejo pasar indiferente, mirando a la calle vacía, paisaje apocalíptico y triste.
Y con un gesto, cambia la energía y se expande, se expande, se expande tanto que llega hasta Avellaneda y la toma por sorpresa a los jugadores del infierno.
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