Anoche soñé que comía un choripan. Le conté a L buscando un significado que transcendiera lo explicito, el mero realismo de la acción. Quería una interpretación freudiliana, una respuesta alocada y sin sentido. Es que a veces, me aburre L con su territorialidad de raíces encarnadas. O tal vez, será mi esperanza holgazana de incógnitas de cotillón de cumpleaños.
Hace no se cuánto que no leo un punto final de un cuento, novela, ensayo o demás. Ni siquiera puedo terminar un articulo de revista. Es que recién, después de saciado el vicio pasando exageradamente el tiempo productivo enfrente del monitor, me animó a escribir el día de hoy.
El departamento está en silencio y desde el balcón no llegan gritos, risas y música. No parece viernes. Después de apretar el botón de actualizar, voy a escuchar el disco Unknwon pleasures mientras lavó las verduras que compre en lo de R.
Tengo que escribir algunas pinceladas sobre la primera parte de la última entrega de los Juegos del hambre. Si mañana no pasa nada, si tan sólo existo sin gravitar como levitando sin rumbo. Entonces, podré plantear las temáticas que me resultaron interesantes. De lo contrario, si encuentro mi sombra, escribiré sobre su secuestro.
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