Anoche soñé con la tortuga Juana. Ahora ya no recuerdo si fue bajo la mirada testigo de la blanca luna o fue está mañana, luego de tomar un largo baño. El hecho es de que Juana me hace acordar a una chica que me gustaba mucho y nunca se lo dije. Tal vez fue un falso orgullo, un misticismo que quise dejar intacto. La adolescencia y la timidez. Me respondía a mi mismo que la veía todas las semanas y que iba a ser una gran desilusión verla desde la negatividad. Lo cierto que no es nada sensual pensar en una tortuga, tampoco es sano remover el pasado. Pero como sujeto inserto en sociedad católica apostólica romana el placer del sadomasoquismo y el cuerpo reprimido esta en mi practica de todos los días. 
Entre sabanas y respiraciones largas, me imagianaba a Juana, mi tortuga, en mi balcón. No se me figuraba como desde el jardín de la casa de mis padres haya aparecido en el departamento. Lo cierto que caminaba lento pero decidida. Yo fui un espectador, ella se dirigía hacia el único espacio sin enrejar del balcón. Yo sabía lo que podía suceder pero no pude detenerla. Ahora con temor puedo decir que tal vez no lo intente. Y casi llegando a un pensamiento psicótico puedo plantear que quería realmente ver a la tortuga caer al vacío. El morbo nos atraviesa como sujetos sociales. Y así, sin más, luego de un grito vi a Juana lentamente dirigirse hacia el hueco y desparecer. 
Lo que resulto después no resulta menos paradigmático. El caparazón estaba intacto, la tortuga estaba dada vuelta pero no tenía ese liquido verde debajo de ella. Nunca supe si era vómito o materia fecal. Unas cuantas veces, con mucha impresión, tuve que socorrer a Juana de una muerte lenta y desesperante. Pero no fue el caso, de repente, por si sola, Juana se da vuelta y empieza a caminar. Ahora no me acuerdo quién pero lo que dice es tan extraño como el sueño, como el recuerdo de esa chica, como las siestas de los lunes. Dice algo como que la tortuga ya no sirve más, que donde debería estar la cabeza no hay nada, que el cuello terminar como un muñón. Que su cabeza ahora se encuentra del lado de atrás, donde estaba su cola. Siguió hablando, explicando que esas cosas solían suceder. El sueño no termino, pero el recuerdo del mismo si. La memoria es selectiva y azarosa. No elegimos los recuerdos. 

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