La puerta abierta.

Disculpas a Talbot, no es su relato……

En plena pubertad tenía un amigo con el que solíamos salir todos los fines de semana. Como éramos solo unos niñitos, nos sentíamos rebeldes al pernoctar por la noche en la casa de alguno de los dos. En mi hogar siempre veíamos televisión, sobre todo si enganchamos ese canal Z. En la casa de él, mirábamos las mejores películas. Fue allí, en el departamento del barrio de Belgrano, que vi la puerta abierta. Me acuerdo que esa noche habíamos ido a ver al taxi, más conocido como Obras Sanitarias. A la vuelta, la mamá compró empanadas que comimos en la cocina. No se por qué, pero me había quedado solo en el comedor cocina. Como ya me estaba asustando el silencio y la soledad, había decidido ir al cuarto de mi amigo. El recorrido era fácil, tenía que pasar por la puerta trasera, caminar por un angosto pasillo y llegar a una pequeña sala. Después era lógica, la puerta amarilla era la de mi amigo. Con confianza había emprendido el viaje, el pasillo lo estaba pasando sin inconvenientes. A la derecha, ya se empezaba a reflejar el amarillo de la puerta. Pero algo me llamaba la atención, algo sesgaba ese color. Por un acto reflejo fui hacia la luz, gire a 180 grados y vi: la puerta abierta y la hermana en el inodoro. Rápidamente, la comodidad de desechar lo inservible paso a la vergüenza total. Instintivamente, ella cerró la puerta. No me detuve a pensar lo que había sucedido, solo seguí caminando. No encontré, nunca, el momento apropiado para comentarle a mi amigo lo que mi ojos vieron.

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